27 de julio de 2024

Bar El Acueducto. Un viaje a los orígenes.

Existen bares que en apariencia no nos ofrecen nada especial, pero tienen un encanto que nos fascina y atrapa. Pueden no ser los más bonitos, los que mejor cocina ofrecen o incluso no tener un derroche de amabilidad por parte de sus empleados, pero aún así nos sentimos atraídos hacia ellos de forma irremediable, como insectos hacia la luz.

Desconozco en qué año se inauguró el bar El Acueducto, pero lleva literalmente toda mi vida ahí. Su fachada, con un letrero azul neón que recuerda a los bares de carretera, nos da la bienvenida cuando llegamos para acomodarnos en su pequeña terraza. En su interior, una larga barra es la antesala de su salón comedor, separado del resto del local por unas vetustas puertas de vaivén.

La mesa nos espera con la carta pegada a ella, evitando el uso de cualquier dispositivo moderno que le pueda complicar la vida al gerente del negocio, un nervioso hombre de unos 70 años, que no para de correr de un lado a otro vociferando las comandas. Es como un viaje al pasado sin salir del barrio.

Para no perder mis costumbres, acudo a la cita unos minutos antes que mis compinches para tomarme la primera cerveza. ¡Un doble! -grita el mesero incluso antes de entrar al local-.

Doble que me sirven en un vaso de tubo como hacía lustros que no veía. La cerveza está perfectamente tirada y acompañada de unos boquerones fritos (de origen segoviano, según me dice el camarero a modo de chascarrillo).

Una vez estuvimos todos reunidos en la mesa, nos decidimos a estudiar la carta, compuesta por los platos más clásicos a los que nos hemos enfrentado hasta ahora. A la hora de pedir, nos recuerdan que, cada dos raciones, nos regalan una de bravas. Una oferta que, al parecer, ofrecen de lunes a jueves.

Manos a la obra. Marchando una de oreja, una de champiñones y las famosas bravas.

Casi de forma inmediata aparecen las patatas sobre la mesa, con una bonita salsa brava casera cubriéndolas. Las patatas, de corte muy grueso, tienen una cocción muy mejorable. En algunos casos el interior no ha llegado a cocinarse del todo, ofreciendo una pequeña resistencia al morder que le resta mucho al resultado final. La salsa brava, con un picante al alcance de cualquier paladar, está en la línea de lo que podemos considerar «la receta original», a base de ajo, caldo y pimentón, con una punta de harina que espesa ligeramente el resultado.

Los champiñones, presentados en chapines con una pequeña gamba en su interior y cubiertos con una majada de ajo y perejil, llegan al tiempo que la oreja.

Frescos y de sabor bastante neutro, se dejan comer pero no quedarán para el recuerdo. La gamba, minúscula y congelada, totalmente prescindible. Los compinches, eso sí, disfrutaron tirando «barcos» de pan al jugo de los champiñones que se había mezclado con la majada. Un plato correcto, sin más.

La oreja, finamente cortada en tiras y pasada por la plancha, viene salpicada por un poco de salsa brava. El resultado es crujiente y meloso al mismo tiempo. Se agradece el corte menudo, que facilita no encontrarse con ningún trozo de cartílago duro, algo siempre desagradable en boca. Un plato francamente recomendable.

Para finalizar, y viendo que nos habíamos quedado cortos con lo que habíamos pedido, añadimos una ración de «jipis» a la cuenta.

Nos llegó una ración de boquerones fritos desespinados y previamente adobados. El resultado, muy parecido a un bienmesabe tradicional, fue quizá lo más acertado de la cena. Muy bien ejecutada la fritura, crujiente, con una fina capa de harina y sin sabores sospechosos en el aceite utilizado. Muy bien.

La cuenta final, de 55 euros, no ha quedado reflejada en una fotografía como suele ser costumbre, dado que no llegó a la mesa. A la hora de pagar, el camarero nos cantó directamente el importe y se cobró con el elemento más moderno que tiene el bar, que no es otro que el pago con tarjeta que recientemente han incorporado a su negocio.

En conclusión, es un bar en el que no vamos a descubrir absolutamente nada nuevo, pero que sí nos va a permitir revivir lo que se supone que era un negocio de este tipo en el Aluche más castizo de los años 80, algo que, por desgracia, se encuentra en extinción.

Tipo de comida: Española

Dónde: Calle Camarena, 280

Teléfono: 917173848

Precio medio: 10 – 12 €

Terraza: Sí

Valoración: 6/10

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