Cuando nos ponemos a pensar en calles de Aluche donde terracear, tomar el aperitivo y comer o cenar, hay una que aparece recurrentemente: la calle Guareña.
Pero ¿y si os digo que esta calle realmente no pertenece a Aluche sino a Las Águilas? He llegado a hablar con personas que llevan años viviendo en esa zona y piensan que viven en otro barrio diferente.
Pues bien, amigos. Una vez aclarado ese punto y dado que este blog ha abierto sus fronteras para degustar restaurantes en las cercanías de Aluche, nos dirigimos a una de sus calles de adopción para comprobar como, una vez más, prácticamente todos sus locales están atestados de clientes comiendo y bebiendo al solecito. ¿Merecerá la pena?
Acudimos a 24 Campana, un local relativamente pequeño pero decorado de forma moderna y agradable. Con un buen ventanal que permite que entre la luz natural, dispone de una pequeña barra, zona de mesas altas y otra con mesas más bajas. Mis cinco compinches adultos, tres minicompinches y yo, nos sentamos en su amplia terraza, relativamente protegida del sol por unas sombrillas.
Junto con la cerveza de rigor, viene a la mesa una cazuelita de un potaje de alubias y salchichas que, sinceramente, ni probé. Hacía un calor infernal y lo último que me apetecía era una cucharada de un plato tan caliente. Dicho esto, se agradece muchísimo el esfuerzo de poner tapas de este tipo, con las que más de una persona se irá satisfecha a casa después de un par de consumiciones o tres.
Parece que la moda pandémica de las cartas digitales va dando paso nuevamente a las más tradicionales en papel. La estudiamos detenidamente y pasamos la comanda a la camarera, súper amable, atenta y servicial. Así da gusto.
Comenzamos con una ración de ensaladilla casera que en su carta viene marcada como «IMPRESCINDIBLE«. Para ser sincero, no soy nada amante de las ensaladillas. La presentación es abundante, con unas buenas lascas de ventresca y una enorme regañá coronando el plato. Los ingredientes, muy picaditos, con una cantidad correcta de mahonesa que no empalaga y un sabor general bien equilibrado. Nada que objetar.
Pasamos a los rollitos thai, que vienen con dos rellenos distintos, uno de ternera y otro de pollo. Soy incapaz de saber si los preparan de forma casera en el local. En los tiempos que corren, me surgen fuertes dudas, pero hay que decir que es un plato muy rico. Están bien fritos, tienen una consistencia, textura y sabor muy interesantes y además se acompañan de tres tipos de salsa diferentes. Un plato para repetir en otra ocasión.
Con las croquetas sucede lo mismo. Hay tantos y tantos sitios donde nos las prometen caseras y nos dan gato por liebre… Pues aquí al contrario que con los rollitos, sí me inclino a pensar que son de elaboración propia. Un empanado uniforme, un relleno no excesivamente cremoso pero por encima de la media y un fuerte sabor a nuez moscada que a mí no me agrada, pero me lleva a la conclusión de que hay una mano en el local que las ejecuta de forma artesanal. El jamón, bastante testimonial.
Mientras los adultos dábamos buena cuenta de los entrantes, los minicompinches se tiraron como fieras a por el plato de espaguetis de la carta. Lo que llegaron fueron unos tallarines y aunque eso a los niños les suele dar igual, no habría estado de más avisarlo antes de servirlos. Cierto es que siendo un plato infantil, cada sabor de más en el cocinado puede ser un fracaso, pero aquí se peca en exceso de simpleza, con una pasta con tomate y queso rallado de lo más simplona y sosaina. Se me ocurre como alternativa una cazuelita de macarrones con un poquito de carne o chorizo y un golpe de gratén sobre el queso para justificar seis euros de plato. Muy mejorable.
La minicompinche más crecidita, se decantó por una hamburguesa de ternera. Muy buena elección a juzgar por la pinta del plato, con un pan tipo brioche bien morenito, queso chedar fundido y una proporción de ingredientes muy equilibrada con la carne. Todo ello acompañado de patatas fritas caseras y un poquito de salsa en recipiente aparte. No tuve oportunidad de catarla, pero viendo la velocidad con la que desapareció del plato, intuyo que debía estar muy buena.
Seguimos los compinches más grandes con el tartar de salmón, presentado en un timbal que se empezó a desmoronar poco a poco y casi no aguanta para la fotografía de rigor.
El salmón llega picado a mano en unos trozos de tamaño correcto y marinado en una salsa a base de mostaza. Como detalle en el plato, unos botones de wasabi que no a todo el mundo gustará, pero a mí me parece que realzan mucho el plato. Recomendable.
Me encapriché al ver la carta del tuétano a la brasa. No es fácil encontrar este tipo de platos cerca del barrio, así que no lo podía dejar escapar. Lo presentan en una pizarra y abierto a la mitad, con unas buenas rodajas de pulpo, también a la brasa, cubriendo el propio tuétano.
La pena es que la pieza de hueso no era la mejor y venía muy poco cargada de su delicioso interior comestible. Además, se había pasado algo de cocción, por lo que la médula se había licuado y fue difícil rascar algo del interior de la caña.
En cuanto al pulpo, perfecto. Buen tamaño, punto de cocción y sabor. Por los dieciocho euros que cuesta, no repetiría este plato del que esperaba más.
Para finalizar el festín, pedimos dos cachopos de ternera rellenos de cecina de León y queso de cabra. Con un tamaño considerable, de aquí pueden comer dos o tres personas sin problema, dependiendo del resto de platos que hayan pedido. Viene bien acompañado de un buen puñado de patatas fritas y un montoncito de cebolla caramelizada (a tope de azúcar), que tienen el detalle de servir aparte. La ternera tierna, la cecina presente pero no invasiva y el queso fundido y con buen sabor. De los mejores cachopos que me he comido durante mis reseñas.
El total de la cuenta, 217,05 que dividimos entre los seis adultos, lo que resultó en unos 36 euros por cabeza, sin olvidar que ahí está incluida la comida y bebida de los minicompinches. Un precio que habría sido bastante inferior si no hubiéramos estado haciendo una reseña, pues habríamos pedido algún plato menos.
En líneas generales, estamos ante uno de los mejores negocios de la calle en cuanto a la calidad y elaboración de sus platos. En futuras reseñas trataremos de visitarlos todos, pero 24 Campana es una elección en la que raramente fallaremos o nos iremos decepcionados. Es verdad que bajo mi punto de vista tienen detalles que pulir en algunos platos, pero el nivel general es bastante bueno, el entorno es muy agradable y la atención de su personal es impecable. Un sitio para repetir muchas veces.
¿Tienen opciones sin gluten?
No, al menos a la vista. La carta no marca los alérgenos y es algo en lo que deberían poner atención.
¿Tienen opciones vegetarianas o veganas?
Sí. Aparte de las ensaladas, tienen entrantes totalmente vegetales, un salteado de verduras, el plato de pasta y además una hamburguesa vegana.
¿Es accesible el local para sillas de ruedas o carritos de bebé?
El local es chiquitín. Se puede acoplar alguna silla o carro, pero sería muy recomendable llamar para reservar. Evidentemente en la terraza no habría problema..
¿Qué opinan los compinches?
Escorpiones de Acero: Aquí mis compinches opinan como grupo indivisible que son. Quedaron encantados con la ensaladilla, el tartar de salmón y el cachopo. Su valoración media es de un 8.
Tipo de comida: Española y fusión.
Dónde: Guareña, 8. Las Águilas.
Teléfono: 911635621
Web: https://www.facebook.com/profile.php?id=100037660703795
Precio medio: 25-30 €
Terraza: Sí.
Valoración personal: 7,5/10