Dicen que somos animales de costumbres, y a la hora de salir a comer, puede que más. En Aluche, cuando se trata de pedir raciones, las favoritas siguen siendo las orejas, bravas, croquetas o calamares de toda la vida. Y no está mal porque a todo el mundo gusta y siempre deja nuestro estómago satisfecho. Por eso, cuando un negocio se atreve a cambiar el paso y hacer una propuesta gastronómica diferente, nos demuestra la valentía de nadar contra la corriente de las tradiciones.
Ha llegado el turno de Pikondo, una sidrería-asador que nos recibe precisamente con el toque tradicional de la tipografía vasca adornando su letrero, pero que esconde mucho más que carnes o pescados a la brasa.
El calor se ha presentado con fuerza en el barrio, así que tuve la precaución de reservar una mesa en la terraza con un par de días de antelación. Cuando lo hice, me preguntaron si comeríamos a la carta o de menú. “En principio de menú”, dije. La verdad es que la pregunta me dejó descolocado por lo inesperado, pero no más que mi respuesta a la persona que me atendió, que me respondió con un poco elegante, “¿Cómo que en principio? ¿Sí o no?”.
Después de aclarar que mi respuesta se debía a que yo sí sabía que comería a la carta, pero desconocía la intención de mis acompañantes, completé la reserva para cuatro personas.
Aquí hago un inciso y os pido disculpas de antemano por extenderme tanto en este punto, pero como cliente es un tema que me molesta profundamente. Puedo llegar a entender que se le de prioridad a comensales que van a pedir a la carta. Lo asumo y lo respeto porque se trata de un negocio y los ingresos son importantes. Lo que no me gusta y me incomoda, es la forma de preguntarlo y el tono utilizado. Una buena atención comienza desde el mismo momento de la reserva y aquí, por desgracia, conmigo pincharon.
Llegó el momento de tomar posesión de nuestra mesa en una terraza en forma de “L” que rodea el restaurante y que está bañada por una buena sombra, perfecta para combatir el sol de la tarde. Como ya es costumbre, pregunté por los tipos de cerveza disponibles para refrescarnos: cerveza de barril, Alhambra Reserva Roja y Mahou Maestra. Me decidí por la Alhambra y le dimos un vistazo a la carta digital, con todos los alérgenos perfectamente señalizados en cada uno de los platos.
Decidimos comer a base de entrantes para probar varias cosas. La verdad, para mí es la parte más interesante de la carta con diferencia. Además, existe la posibilidad de pedir medias raciones en varios de los platos, lo que nos permite mayor variedad en la mesa.
Media de croquetas, media de berenjenas en tempura, unas alcachofas confitadas, pan bao relleno de rabo de toro y un tartar de atún. ¡Al lío!
La media ración de croquetas son seis bolas de un tamaño de bocado. Rebozadas en panko, de textura cremosa y con un jamón serrano bastante normalito, cubren de sobra el expediente. Para mi gusto, excesivo toque de nuez moscada, aunque reconozco que es una especia que, particularmente, no me agrada.
Muy generosa la media ración de berenjenas, presentadas en un cuenco con hummus y un hilo de miel. La tempura bien frita, ligera y sin exceso de aceite. El hummus, que debería ser el artista invitado, se convierte en absoluto protagonista con un sabor a sésamo muy potente y una cremosidad perfecta. Francamente recomendable.
Llegan las alcachofas, que se piden por unidades, confitadas en aceite de oliva y marcadas en la plancha para darles un toque final más atractivo. La sensación general que nos quedó, es que por la plancha había pasado recientemente alguna pieza de carne que le había aportado algo de sabor. A mis acompañantes les encantó el resultado final. A mí me parece que una alcachofa debe saber a lo que es y no a otra cosa.
También por unidades se pide el pan bao, que viene adornado con unas patatas paja cortadas a cuchillo de forma casera. Tengo mis dudas de que la elaboración del pan sea artesanal, pues el resultado no es nada esponjoso, que es la magia que debe tener un buen bao. Lo que sí cumple, y con mucha nota, es el relleno de rabo de toro, abundante y muy untuoso, cubierto de una generosa capa gratinada de “alioli” de miel. Y pongo entre comillas lo de “alioli”, porque afortunadamente el ajo no se deja notar. En mi opinión, este entrante hay que pedirlo de forma obligatoria sí o sí.
Completando la fiesta, es el turno del tartar de atún, perfectamente escoltado por unas rodajas de pan recién tostado que ayudan a degustarlo. No es una pieza de pescado de primerísima calidad, pero tampoco es mediocre. Está bien aliñado con encurtidos, lo que le da una acidez y un frescor extra. Si se acompaña con la salsa que mancha el plato, el sabor recuerda muy mucho al kimchi. Ojo a los paladares sensibles, porque esa salsa es bastante picante.
Llegada la hora de los postres, nos tientan con una tarta de queso. La pido, no sin antes preguntar si es cremosa. Literalmente le digo al camarero que si es un “ladrillo”, no la quiero. Me asegura que el día anterior la probó personalmente y se deshacía. Eso es justo lo que quería oír. Lamentablemente lo que nos llegó a la mesa, fue una cuña muy consistente de una tarta de queso a la que habían añadido galletas Oreo por la superficie. ¿Estaba mala? No. ¿Era lo que yo quería? No. Una pequeña decepción para terminar.
Cabe decir que todo lo que se pidió, fue para compartir entre dos personas. Las otras dos se decidieron finalmente por consumir el menú del día, del cual también os adjunto imágenes, pero que, más allá del estupendo aspecto, no puedo entrar a valorar.
Solomillo de cerdo con compota de berenjenas y torta del casar. Milhojas.
Un precio final de 90 euros, incluyendo los dos menús a 12,50 cada uno, hacen que este no sea uno de los sitios más asequibles del barrio para acudir con frecuencia. Sin embargo, la propuesta que tienen, diferente y valiente, hace que merezca la pena repetir.
Quiero terminar enfatizando que la atención recibida durante el ágape, fue excelente. Considero necesario remarcarlo porque, después del traspiés cometido durante la reserva y la elección del postre, tal vez la sensación de quien me lea sea otra. Dos detalles que no me hicieron feliz, pero que no empañan la gran labor que desempeñaron los camareros que nos sirvieron, siempre atentos y dispuestos para que no nos faltase de nada.
Tipo de comida: Española – Fusión.
Dónde: Calle Ocaña, 112
Teléfono: 911 72 07 45
Web: https://pikondo.com/
Precio medio: 25 – 30 €
Terraza: Sí
Valoración personal: 7/10